lunes, 11 de febrero de 2008

PODESTÁ

LA PRIMERA ANUNCIACION


Yo quiero que ese niño nazca muerto, María

Poco me importa ser el padre de un salvador

O el santo que acompañe tu vientre

Tocado por las manos ásperas

De un dios egoísta.



Él

Pondrá sobre tu hijo una corona de espinas

Y lo llevará hacia la cruz de los traidores;

Lo llamarán:

El Rey de los judíos

Pero antes será arrastrado por Jerusalén

Y envidiado por Juan, el hijo de tu prima Isabel,

Que será llamado El Bautista

Que tampoco nace aún en esta tierra

Y tiene ya un destino miserable.



El Tuyo se llamará Jesús

Y le pedirá a un hombre que lo lleve a la gloria

Rogará a un tal Judas que lo entregue a los fariseos,

ÉL venderá su deshonra

Por un lugar en la mesa de los apóstoles

Para la eternidad.

INGUNZA

Labios filosos para un carnoso cristal

La pasión
es el retorno de la noche hacia el crepúsculo
cuando amanece
y la vida es una pelota que se guarda en el armario;
es la centella lívida y salvaje
desparramando su música invisible
sobre la herida abierta de los hombres;
es el bullicio subcutánea de una carta
despabilándose ante un viento poblado de claveles.
La pasión es la bebida irreverente y disoluta de la gloria

Un claro día la pasión
desviste discretamente a la persona
la peina suavecito con un beso
la abriga efusivamente en su sobaco
en un puesto le compra caramelos, mocasines, talismanes
Otro día la estruja, lesiona su nariz
y la tira con furor por la ventana
Más tarde con vergüenza
asiste apesadumbrada a su sepelio

Otro año le encuentra jugueteando
nuevamente sobre un parque le tinca dibujitos
le dispone flores extrañas por los pies
la enamora sutilmente
hasta saciar la libertad de un pez nadando sin sentido

La pasión es el retorno de la muerte hacia la vida
apasionadamente bajo tierra








Epílogo austral
para Khalo

Frida solía coronar
su argento llanto
en medio de la lluvia
con el ruido y el paisaje del ahumado cristal de la ventana
al
quebrarse…

WATANABE

José Watanabe

ANIMAL DE INVIERNO

Otra vez es tiempo de ir a la montaña
a buscar una cueva para hibernar.

Voy sin mentirme: la montaña no es madre, sus cuevas
son como huevos vacíos donde recojo mi carne
y olvido.
Nuevamente veré en las faldas del macizo
vetas minerales como nervios petrificados, tal vez
en tiempos remotos fueron recorridos
por escalofríos de criatura viva.
Hoy, después de millones de años, la montaña
está fuera del tiempo, y no sabe
cómo es nuestra vida
ni cómo acaba.

Allí está, hermosa e inocente entre la neblina, y yo entro
en su perfecta indiferencia
y me ovillo entregado a la idea de ser de otra sustancia.

He venido por enésima vez a fingir mi resurrección.
En este mundo pétreo
nadie se alegrará con mi despertar. Estaré yo solo
y me tocaré
y si mi cuerpo sigue siendo la parte blanda de la montaña
sabré
que aún no soy la montaña.

(De Cosas del cuerpo)